Septiembre de remembranzas

Los inicios de cada curso escolar me llenan de nostalgia. Un sentimiento pueril que no cesa de subyugarme –año tras año- hasta convertirme en rehén  de mis propios recuerdos.

Todo viene por aquel dichoso primer día… y esos sucesivos amaneceres de septiembre que se extienden hasta hoy como una imagen reproducida en el tiempo.

La primera vez que atravesé dos inmensos potreros para llegar a la escuelita, en un rincón de Cuba llamado La Piedra de Yao (Buey Arriba), quedó clavada en el alma como lo más trascendental de mi vida.

No lo he podido olvidar. Iba de la mano de mi mamá, con una carpeta roja a mis espaldas y el uniforme azul impecablemente planchado que hasta las vacas que estaban en la finca de Nené Losada suspiraron de envidia.

También llevaba una pequeña boina, recostada de la parte superior de la cabeza –casi no me cabía en aquel güiro lleno de pelos-,  y unos zapatos “pionero” lustrados hasta el cansancio, que fueron víctimas del rocío mañanero.

Me hubiera negado a caminar para que no se me estrujara la ropa; sin embargo me sentía orgulloso de ir “tieso” por todo el trillo, sin imaginarme las veces que tendría que recorrer esos caminos.

Recuerdo que la noche anterior de aquel septiembre (1976) obligué a mi madre a pasar por la plancha de carbón dos veces el pantalón y la camisa,  previamente muy bien almidonados.

Eso me produce una añoranza divina.

Pero, también me sacuden las entrañas los olores a uniforme nuevo, libros acabados de sacar de las “cajas”, punta de lápiz recién aguzada, crayolas, plastilina… el crujir de la tiza sobre el pizarrón, la campana que anunciaba el receso y hasta el “atiendan acá que me van a volver loca” de mi primera maestra Marisbel… que luego fue Idania, Mirna, Joel, Cristino, Victorino…

Añoro no poder ser protagonista de esas risas estrepitosas, de los guiños traviesos o de alguna “escapada” para irnos a los tamarindos de Bartolo o a comer caimitillo del lado allá de la carretera.

Siento que se quedó un pedazo de mí en todos los septiembres; pero no lo lamento. Fui un niño dichoso como los que hoy me producen todas estas añoranzas. Ese es mi consuelo.

4 Respuestas a “Septiembre de remembranzas

  1. Muy bonito amigo,gracias por compartirlo .

  2. Fernando Acosta Riveros

    Que alegría es recordar los tiempos de estudiante. En Colombia, país donde nací, tuve grandes profesores a quienes aprecio como si fueran familiares. Uno de ellos, llamado Humberto Vásquez, en la Escuela de Primaria «Bavaria» de Bogotá, la capital, donde nací, nos hablaba con mucho entusiasmo de José Martí. Insistía en que todos los latinoamericanos debemos apreciarnos como hermanos. Pasron los años y recuerdo a mi profesor, sobre todo cuando escucho o leo la frase del Apóstol cubano: «Patria es Humanidad». Un abrazo. ¡Venceremos! As salam aleykum, desde Guadalajara, Fernando Acosta Riveros, colombiano-mexicano, lector de Granma y oyente de Radio Habana Cuba

  3. Un inicio de curso, un recuerdo muy diferente para cada uno de nosotros. A unos les daba náuseas comenzar septiembre a otros como a tí, a pesar de cruzar potreros, amaban ese día. Yo comparto algunas de tus añoranzas, sobre todo el de regresar a aquel tiempo donde todo era un juego y la vida tenía tantos colores como quisiéramos ponerle.

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